¿Cómo se detecta el hígado graso en los niños y niñas?

El hígado graso en un niño o niña (esteatohepatitis no alcohólica) puede desarrollar, si no es tratado, complicaciones hepáticas además de ser “la puerta de entrada” al síndrome metabólico, incluida la diabetes tipo 2 y, eventualmente, la enfermedad cardíaca y la hipertensión. Investigadores del Hospital Garrahan desarrollaron este año, un método innovador no invasivo para medir, en forma cuantitativa, la presencia de grasa en dicho órgano (esteatosis) en niñas, niños y adolescentes.

Dr. Esteban Dardanelli, Jefe del Servicio de Ecografía del Garrahan y especialista en Diagnóstico por Imágenes

Este método no invasivo desarrollado por investigadores del Garrahan presenta, en comparación con los métodos diagnósticos tradicionales, mayores ventajas: es más preciso y económico que una resonancia, y permite una detección más precoz.

¿Cómo se llevó a cabo la investigación? 

La validación de este método de diagnóstico para la esteatosis hepática se realizó a través de una investigación en la que participaron 174 pacientes y una inversión de 130.000 dólares en equipos de alta tecnología; de esta manera, el Garrahan se convirtió en el primer hospital pediátrico de Latinoamérica en realizar un estudio no invasivo que permite detectar en forma precisa la patología.

“En población pediátrica es muy importante el desarrollo de métodos de diagnóstico por dos motivos: el primero es que el método que se utiliza como gold standard para esta patología es la resonancia magnética que tiene un alto costo”, explicó el Dr. Esteban Dardanelli, jefe del servicio de Ecografía del Garrahan y especialista en Diagnóstico por Imágenes. Y respecto de los estudios tradicionales, dijo que “muchos de los estudios de diagnóstico requieren anestesia o sedación, porque aunque no sean invasivos hay que inmovilizar al paciente, y a veces es difícil que un niño o niña  permanezca quieto por un rato largo”.

 Coeficiente de Atenuación (ATI)

La idea de utilizar este método, para el diagnóstico de esteatosis, surge luego de que el equipo de Dardanelli ya había desarrollado uno de características similares para la fibrosis hepática (elastografía). “Nos propusimos entonces ver si se podía validar para diagnóstico de esteatosis y para eso buscamos una población control, es decir, pacientes que no tenían ningún riesgo de tener esteatosis y venían, por ejemplo, a hacerse una ecografía muscular; y otro grupo de riesgo (con obesidad, sobrepeso, diabetes, etc.)”, describió el especialista.

En total se reclutaron 27 pacientes del grupo control y 147 del grupo de riesgo. “En todos evaluamos la esteatosis como se evaluaba antes (en forma cualitativa) y con el método que proponíamos, con dos operadores que no sabían entre sí cuál era la medición que le había dado al otro”, describió.

Según el Dr. Dardanelli, la presencia de grasa en el hígado podía evaluarse anteriormente de diferentes maneras: una es mediante una biopsia, pero no es factible indicarla en todos los pacientes obesos o con sobrepeso por ser  muy invasiva; se utilizaba también la resonancia, pero es costosa. Debido a esto, el diagnóstico se terminaba haciendo por ecografía, comparando el brillo de la ecografía hepática respecto del riñón, los vasos portales y el diafragma; este método es una comparación visual, es cualitativo y depende mucho de la experiencia de quien realiza el estudio.

El método del Coeficiente de Atenuación (ATI) permite un valor cuantitativo; el proceso para llegar a esos valores es el siguiente: la onda de ultrasonido -que es lo que se utiliza en una ecografía- al atravesar el parénquima hepático (tejido) va perdiendo intensidad por absorción, calor y dispersión. Cuando el hígado está infiltrado por grasa, la atenuación de esta intensidad es mayor, y eso se mide en decibeles por metro por segundo. Entonces, hay un valor de referencia de atenuación que se considera “normal”, y si ese valor es mayor, se infiere que puede haber presencia de grasa.

Según Dardanelli, los  resultados fueron consistentes entre las diferentes personas que medían a un mismo paciente, y las ventajas de este método son varias: no es invasivo, no necesita anestesia o sedación como un resonador para que el pacientes no se mueva, y los resultados no dependen de la observación del operador. Otra ventaja, es que se pueden detectar estadios tempranos de esteatosis, que no eran detectados con el método cualitativo que se daba a través de la inspección visual.

Factores de riesgo

El principal factor de riesgo de esteatosis es la obesidad y el sobrepeso, una problemática altamente prevalente tanto en el país como en el mundo. Según el Ministerio de Salud, de la población de más de 3 millones de niñas, niños y adolescentes de 0 a 18 años que se atienden en el subsector público de todo el país, el 34,5% presentó sobrepeso u obesidad en 2016.

“El tema de la esteatosis es que es silente, es decir, no presenta síntomas, y con el tiempo puede evolucionar a otras complicaciones en el hígado, como la esteatohepatitis y eso puede llevar a una fibrosis hepática y posteriormente a una cirrosis; en ese sentido, una detección temprana puede permitir revertir el cuadro en un niño o niña, por ejemplo, a través de cambios de hábitos o de un tratamiento, y en ese contexto, este método podría servir también para cuantificar la respuesta a esas acciones”. 

¿Cómo prevenir el Hígado Graso?

Según la Sociedad Argentina de Pediatría, la Enfermedad Hepática Grasa No Alcohólica (NAFLD, es la sigla en inglés), se caracteriza por el depósito de grasa en el hígado y otros cambios, que van desde inflamación en dicho órgano, y en ocasiones, la presencia de  fibrosis, y también cirrosis en individuos sin antecedentes de ingesta de alcohol. 

¿A qué se debe su importancia?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los casos de obesidad y sobrepeso infantil se han triplicado en la última década. El sobrepeso es hoy una verdadera epidemia, como consecuencia de un estilo de vida sedentario, caracterizado por la permanencia de niños, niñas y adolescentes, por tiempos muy prolongados, frente a las pantallas, con actividad física insuficiente, sumado a una dieta hipercalórica y desequilibrada.

¿Cuáles son los factores de riesgo para la NAFLD?

Los más frecuentes son:

●        Obesidad

●        Diabetes

●        Resistencia a la insulina

●        Hiperlipidemia

¿Cuál es la frecuencia?

Se estima que entre el 20 – 40% de los adultos y el 3 – 10% de los niños, niñas y adolescentes en los países occidentales, pueden estar afectados por la NAFLD, siendo estas cifras aún mayores en individuos con obesidad.

El diagnóstico: ¿Cómo se realiza?

La NAFLD es sub diagnosticada en la infancia y adolescencia, por lo cual se deben buscar factores de riesgo y descartar otras enfermedades hepáticas. Los pacientes frecuentemente no presentan síntomas, y la forma de detección  puede ser:

●        Al examen físico: un aumento del tamaño hepático.

●        En un laboratorio de rutina: elevación de las enzimas hepáticas.

●        En una ecografía abdominal: presencia de esteatosis. 

¿Cuáles son los factores predisponentes?

Simplificando, podría decirse que el cuerpo acumula grasa cuando, en un individuo que no realiza actividad física diaria, la energía ingerida en forma de alimentos es superior a lo que gasta para mantener las funciones vitales. Además, hay que considerar otros factores participantes en esta problemática:

●        Una dieta desequilibrada. En general, tanto niños y niñas como adultos se alimentan con productos de baja calidad y en exceso. Suelen recibir un exceso de grasas (margarina, manteca, etc), de proteínas (carnes, embutidos, etc), e hidratos de carbono (refrescos, lácteos azucarados, etc). Es una dieta basada en alimentos pre cocidos, fritados y platos rápidos.

●        El sedentarismo. La práctica de algún tipo de actividad física contribuye de forma decisiva a utilizar (quemar) el exceso de calorías que se consumen a lo largo del día. Lamentablemente, los niños y niñas cada vez son más sedentarios. Los padres no encuentran tiempo para acompañarlos a las plazas o a practicar algún deporte. Esta realidad reduce sus actividades a la televisión, la computadora y los videojuegos como únicas alternativas posibles.

●        La genética. Los genes determinan el funcionamiento del metabolismo: desde la misma percepción de hambre hasta el gasto más o menos rápido de calorías. La ecuación padres obesos = hijos obesos, suele responder a hábitos de vida desequilibrada en todo el entorno familiar.

●        Los factores socio-culturales. El país de residencia, la región, e incluso la religión que se practique, influyen en los hábitos de la alimentación. Pero el principal factor es la propia familia.

●        Las modas y la presión publicitaria. La televisión ejerce una extraordinaria presión sobre los niños y niñas con propuestas de una dieta rápida y lácteos azucarados, muy alejada de la pirámide nutricional recomendada.

●        Los medicamentos. En el caso de niños y niñas que deben seguir un tratamiento crónico, hay que considerar que hay algunos medicamentos que pueden contribuir a acumular grasa en el cuerpo. Como por ejemplo, los corticoides y algunos antidepresivos.

Los niños y niñas no deciden lo que comen. Esta tarea recae en los adultos, ya sea los padres o quienes organizan sus comidas.

Desarrollo de actividad física:

Es vital aficionar al niño o niña, ya desde pequeños, a practicar algún deporte. Los más recomendables son los llamados aeróbicos: correr, nadar, andar en bicicleta, entre otros.

Debe tratarse de un deporte que le guste, de manera que lo vea como un juego más y no lo abandone.

Las actividades pasivas como ver televisión o juegos de video deben reducirse.

¿Cómo estimular la realización de actividad física?

La OMS recomienda que los niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años realicen por lo menos 60 minutos de actividad física (AF) diaria, de intensidad moderada a vigorosa. Estas actividades pueden ser juegos, deportes, actividades recreativas, educación física o ejercicios programados, en el contexto de la familia, la escuela y las actividades comunitarias. Se necesita que las actividades sean divertidas, compartidas con amigos, o en familia, estimulando el aspecto lúdico. 

Es importante:

●        Promover un estilo de vida activo desde etapas tempranas de la vida.

●        Estimular y acompañar a los hijos a practicar deportes.

●        Fomentar el uso cotidiano de la bicicleta, patineta, bailar al escuchar música, saltar la soga, jugar a la rayuela, etc.

●        Recuperar el juego activo en los recreos escolares.

●        Incrementar las actividades de la vida diaria (usar escaleras en lugar del ascensor, hacer tareas en la casa, en el jardín, ir caminando a la escuela, al club, etc)

●        Participación de la familia en actividades físicas recreativas durante el fin de semana.

●        Disminuir la cantidad de horas frente a las pantallas, T.V. y computadoras a menos de 2 hs por día.

●        Recuperar la utilización de espacios públicos para la realización de actividades físicas.

●        Respetar las etapas de crecimiento y desarrollo psicofísico que tienen los niños, niñas y adolescentes, para realizar deportes según sexo y edad.

●        Los hábitos saludables desde la infancia como el juego, la actividad física, el deporte, junto con una adecuada alimentación e hidratación son los pilares para mantener un estilo de vida activo en la edad adulta.

¿Cómo se debe plantear el tratamiento?

Desde el tratamiento, existen intervenciones con un enfoque multidisciplinario:

●        Intervención nutricional para controlar la ingesta

●        Incremento de la actividad física

●        Disminución de las actividades sedentarias

●        Controles periódicos

Fuentes:

-Hospital Garrahan

-Sociedad Argentina de Pediatría

 -Organización Mundial de la Salud

-Ministerio de  Salud